Si nos situamos hacia el año 600 a.c., elUniverso que conocía el hombre se reducía a un trozo de tierra plana no muy extenso. La verdad es que hoy día, eso es lo que somos capaces de percibir de un modo directo, aparte de una serie de puntos brillantes sobre nuestras cabezas, que tampoco parecen estar demasiado lejos. Pero este Universo, gracias al poder de raciocinio del hombre y a su gran capacidad para observar y medir, se ha ido ensanchando mucho más allá de los limites de sus ojos, hasta el punto que deficilmente puede caber en nuestra mente, situándonos en la actualidad en una gran insignifacancia dentro de él, cuando hace poco nos creiamos los reyes y el centro del mismo.
El primer problema al que se enfrentó el hombre en aquellos albores de la civilización fue: ¿La Tierra tiene fin?. Pregunta que es consecuencia de la creencia generalizada en aquella época de que la Tierra era plana. La Idea de que fuese infinita nunca ha sido fácil de entender ni de concebir por el hombre, porque le resulta casi imposible razonar con ella, pero por otra parte, si fuese finita, aparecían otros problemas no menos misteriosos, como la posibilidad de que la gente se callese por el borde al acercarse mucho, idea que fue un motivo de pánico bastante extendido entre muchos marineros hasta épocas recientes.
El primero que sugirió que la tierra era esférica fue el griego Filolao de Tarento (450a.c), acabando con el problema de la finitud o infinitud. La pruega directa de esta teoría se aporto cuando el navegante español Juan Sebastián El Cano arribó a puerto en 1.522 después de haber dado por primera vez una vuelta a la Tierra.. Y en el año 1949 se tomaron las primeras fotografias desde el espacio y a una distancia suficiente para ver que se trataba de una esfera casi perfecta.
La verdad es que los marinos, que vivían a orillas del mar y que veían alejarse a los barcos, observaban como éstos desaparecián cuando aún poseían un tamaño superior al de un simple punto que se perdía en el horizonte, y lo primero que veían desaparecer era el casco, como sí estuviera escondiéndose detrás de una colina, que es lo que cabria esperar si la superficie de la Tierra fuera curva.
El problema siguiente fue averiguar el tamaño de la esfera, siendo el griego Eratóstones de Cirene (200 a.c.) el que hizo un primer cálculo que dio un tamaño de 12.800 km. para su diámetro, con sus métodos rudimentarios de medición, pero que resultaron asombrosamente correctos. La longitud media de este diámetro (nuestro planeta no es una esfera perfecta) esta aceptada hoy en día en 12.739'71 km.
Pero ahora había que resolver el problema del cielo. Si la Tierra era aceptada como una esfera, el cielo tenia que ser otra esfera más grande que la envolviese. Surge así la idea de "esfera celeste", cuyas dimensiones trataron los griegos de calcular. En una primera aproximación, pensaron que quizás pudiese encontrarse a una distancia de 16 km., pero no se contentaron con esta especie de cálculo a ojo de buen cubero.
Si miramos al cielo, la esfera celeste parace que da vueltas alrededor de la Tierra y que las estrellas se mueven en bloque guardando sus distancias relativas entre sí año tras año, como si fueran puntos luminosos fijos pegados a la bóveda celeste, que se entendía hecha de una sustancia sólida y firme, y de ahí la expresión de "firmamento" con que se la empezó a denominar.
Pero también pudieron observar los griegos, que habia en el cielo otros cuerpos que se movían con respecto a las estrellas, pensando razonablemente que éstos no podían estar fijos en la bóveda y que por tanto deberían encontrarse entre la Tierra y la bóveda celeste. Precisamente el término griego "planeta" significa "errante".
Siete eran los cuerpos conocidos de este tipo en aquella época: el Sol, la Luna, Venus, Júpiter, Marte, Saturno y Mercurio, por orden de brillo, y basándose en sus velocidades relativas con respecto a las estrellas, sacaron la conclusión de que la Luna era el más cercano a la Tierra, y fue esta distancia la que intentaron calcular en primer lugar.
Fueron los griegos Aristarco de Samos (300 a.c.) e Hiparco de Nicea (150 a.c.) los que basándose en observaciones sobre eclipses lunares y utilizando conocimientos básicos de geometría, llegaron a la conclusión de que la distancia entre la Luna y la Tierran era de 384.000 Km. Cálculo increiblemente exacto para los medios técnicos de que se disponía en aquella época, ya que la cifra más exacta en la actualidad es de 384.317'2 Km. (distancia media). También calcularon el diámetro de la Luna resultando ser de 3.480 Km, bastante menor que el de la propia Tierra, aunque de un tamaño superior al esperado.
Este cálculo refutó la idea de que el cielo se encontraba a 16 Km. de distancia, y que en realidad se encontraba a una distancia asombrosamente grande para las ideas de aquella época, máxime si tenian en cuenta que los demás planetas y las estrellas tenían que estar más alejados.
El siguiente paso fue tratar de averiguar la distancia del Sol. Fue Aristarco el que hizo el primer intento, en el que utilizando sus conocimientos de trigonometría pudo calcular el cociente entre las distancias a la Luna y al Sol, y como sabía la distania a la Luna, pudo conocer la del Sol. Sin embargo en este caso, con los instrumentos que tenia a su disposición no tuvo la suficiente precisión para medir ángulos y le salió una distancia de 8.000.000 Km., bastante por debajo de la realidad.
Resumiendo, para los griegos del siglo II a.c., el Universo era una gran esfera de unos 20.000.000 Km. de diámetro, en cuyo centro se encontraba la Tierra que lo veía girar a su alrededor. Esta idea se mantuvo durante 1.800 años, hasta que el astrónomo polaco Nicolás Copérnico, en el año 1.543 la transformó. Pero esta nueva aventura la contaremos en una próxima ocasión.
Pero también pudieron observar los griegos, que habia en el cielo otros cuerpos que se movían con respecto a las estrellas, pensando razonablemente que éstos no podían estar fijos en la bóveda y que por tanto deberían encontrarse entre la Tierra y la bóveda celeste. Precisamente el término griego "planeta" significa "errante".
Siete eran los cuerpos conocidos de este tipo en aquella época: el Sol, la Luna, Venus, Júpiter, Marte, Saturno y Mercurio, por orden de brillo, y basándose en sus velocidades relativas con respecto a las estrellas, sacaron la conclusión de que la Luna era el más cercano a la Tierra, y fue esta distancia la que intentaron calcular en primer lugar.
Fueron los griegos Aristarco de Samos (300 a.c.) e Hiparco de Nicea (150 a.c.) los que basándose en observaciones sobre eclipses lunares y utilizando conocimientos básicos de geometría, llegaron a la conclusión de que la distancia entre la Luna y la Tierran era de 384.000 Km. Cálculo increiblemente exacto para los medios técnicos de que se disponía en aquella época, ya que la cifra más exacta en la actualidad es de 384.317'2 Km. (distancia media). También calcularon el diámetro de la Luna resultando ser de 3.480 Km, bastante menor que el de la propia Tierra, aunque de un tamaño superior al esperado.
Este cálculo refutó la idea de que el cielo se encontraba a 16 Km. de distancia, y que en realidad se encontraba a una distancia asombrosamente grande para las ideas de aquella época, máxime si tenian en cuenta que los demás planetas y las estrellas tenían que estar más alejados.
El siguiente paso fue tratar de averiguar la distancia del Sol. Fue Aristarco el que hizo el primer intento, en el que utilizando sus conocimientos de trigonometría pudo calcular el cociente entre las distancias a la Luna y al Sol, y como sabía la distania a la Luna, pudo conocer la del Sol. Sin embargo en este caso, con los instrumentos que tenia a su disposición no tuvo la suficiente precisión para medir ángulos y le salió una distancia de 8.000.000 Km., bastante por debajo de la realidad.
Resumiendo, para los griegos del siglo II a.c., el Universo era una gran esfera de unos 20.000.000 Km. de diámetro, en cuyo centro se encontraba la Tierra que lo veía girar a su alrededor. Esta idea se mantuvo durante 1.800 años, hasta que el astrónomo polaco Nicolás Copérnico, en el año 1.543 la transformó. Pero esta nueva aventura la contaremos en una próxima ocasión.