En la vida cotidiana, tenemos una idea bastante aproximada de los tamaños y distancias de las cosas que nos rodean. Podemos evaluar con cierta aproximación un metro o un kilómetro. Es menos precisa, en cambio, la evaluación del tamaño de nuestro país cuando lo recorremos en automóvil, ferrocarril o avión. Imaginamos, más o menos, cómo es la Tierra. con sus doce mil ochocientos kilómetros de diámetro y sus cuarenta mil de circunferencia. Los navegantes del siglo XVI realizaron la hazaña de dar la vuelta al mundo en tres años. Un avión podría hacer hoy lo mismo en menos de dos días.
Las escalas terrestres, a veces ya difícilmente evaluables par nuestra limitada imaginación, se vuelven irrisoriamente pequeñas cuando las comparamos con las celestes. La Luna está a un distancia media de la Tierra de 384.000 kilómetros; el Sol, a 149,6 millones de kilómetros. Un automóvil, si pudiera correr por el espacio como sobre una carretera, a 100 km/h, tardaría 160 días en llegar a la Luna; y un avión a 1.000 km/h, emplearía 16 días. Ese mismo avión tardaría en llegar al Sol casi dos años.
Para humanizar estas distancias, tenemos que reducir drásticamente las escalas. Supongamos que el Sol en vez de medir casi 1.4 millones de kilómetros de diámetro, es solo una esfera de un metro. En ese caso, Mercurio sería un perdigón de escopeta, colocado a 42 metros de la esfera; Venus, una pequeña cereza a 78 metros; La Tierra, otra cereza a 108 metros de la esfera central; Marte quedaría a 163 metros, y tendría el tamaño de un guisante; Júpiter estaría a 555 metros, y parecería una naranja grande; Saturno, una naranja mediana, a 1.000 metros de la esfera; un melocotón pequeño y otro mediano representarían a Urano y Neptuno, situados, respectivamente, a 1.980 y 3.240 metros del punto central. Plutón sería otro minúsculo guisante a más de 4.000 metros de la esfera. Guisantes, cerezas, melocotones, girando a cientos o miles de metros unos de otros, he aquí la escala válida en nuestro sistema planetario.
Si los tamaños son enormes, las distancias son mucho más impresionantes todavía. Excepto el caso del Sol, muy grande, o la Luna, relativamente cercana, no vemos ningún astros, sino solo su luz; tampoco vemos una bombilla a un kilómetro de distancia: vemos de noche su luz, si está encendida. Así podemos habituarnos a la relación tamaño-distancia en nuestro Sistema Solar. Lo difícil es ahora devolver al Sol su verdadero tamaño de 1.392.000 kilómetros o a Plutón a su distancia de casi seis mil millones de kilómetros.
M 82 . Galaxia Cigarro. Se encuentra a 12 millones de años Luz en la constelación de la Osa Mayor |
En escala resulta a su vez ínfima cuando pasamos al mundo estelar. Las estrella más cercana a nosotros, Alfa de Centauro, queda a uno 38 billones de kilómetros. Esta cifra, ¿tiene para nosotros algún significado?. Podemos volver de nuevo a escalas comparativas, aunque cada vez menos útiles. Si imaginamos que el Sol es la pupila de uno de nuestros ojos y la tierra una mota microscópica de polvo que se nos hubiera metido en el otro ojo, la estrella más cercana sería un perdigón pequeño situado a 80 kilómetros de distancia. La comparación puede resultar gráfica, pero ¿que son 38 billones? Si el hombre, desde su aparición, hubiese comenzado pacientemente a contar, no habría llegado todavía hoy a ese número.
Para las distancias estelares, ya no nos sirve el kilómetro, ni siquiera el millón de kilómetros; hay que recurrir al año-luz. Así Alfa Centauro está a 4,3 años-luz; Sirio, a 9 años-Luz; la estrella Polar, a 300 años-Luz la Espsilon del Cochero, a 3.400 años-luz; los últimos confines de la Galaxia a 100.000 años-luz. La galaxia más próxima a la nuestra, la de Andrómeda, está a 2,2 millones de años-luz; otras se encuentran a 100, 1.000, 5.000 millones de años-luz. ¿ Y dónde termina el Universo?. Si Termina....